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Educación pasada de moda

Uno de los grandes tabúes que persisten en el ámbito educativo es la negativa a cuestionar el origen y la vigencia del sistema que lo sostiene. El modelo educativo actual fue concebido hace casi tres siglos, en plena Revolución Industrial, con el objetivo de formar individuos obedientes, repetitivos y funcionales a una economía de fábricas. Como señala Sir Ken Robinson (2015): “el sistema educativo fue diseñado en y para una era diferente: el siglo XIX, con un énfasis en la estandarización y la producción en masa”.

 


Educación pasada de moda

 

Hoy, ese mismo modelo sobrevive con apenas retoques superficiales en un mundo que ha cambiado radicalmente. La velocidad con la que avanza la tecnología, las dinámicas laborales y las nuevas formas de conocimiento exigen un sistema completamente diferente, pero seguimos formando estudiantes para una realidad que ya ha caducado. Preparamos a jóvenes para resolver problemas que ya no existen, con herramientas que pronto serán irrelevantes, mientras insistimos en fórmulas pedagógicas que ignoran la transformación profunda de la sociedad.


Alvin Toffler advertía que “los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender” (Toffler, 1970), y, sin embargo, la estructura educativa sigue priorizando contenidos fijos y respuestas únicas.


El resultado es paradójico y alarmante: estamos generando desempleados más preparados y más costosos de formar, pero menos útiles en el entorno real. Personas con títulos, diplomas y competencias técnicas que no responden a las necesidades del presente, mucho menos a las del futuro. Como advierte Edgar Morin (1999): “la educación del futuro debe enseñar a afrontar la incertidumbre, la complejidad y el cambio”, pero en lugar de eso, la mayoría de los sistemas educativos continúa privilegiando la memorización sobre la comprensión, y la conformidad sobre la innovación.


La educación, tal como la concebimos, ya no empodera: condiciona. No incentiva la creatividad ni la adaptabilidad; premia la obediencia y castiga el error, cuando precisamente el error es un pilar del aprendizaje auténtico (Papert, 1980). Mientras tanto, el sistema insiste en evaluarse a sí mismo con métricas anticuadas, como exámenes estandarizados, que poco dicen sobre las competencias reales de los estudiantes. Como plantea Paulo Freire: “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su producción o construcción” (Freire, 1970), pero el aula tradicional muchas veces actúa como un monólogo del docente, no como un espacio de diálogo y creación.


Si la educación no se transforma con la misma rapidez con la que cambia la sociedad, seguirá siendo una fábrica de talentos desfasados: brillantes, sí, pero fuera de lugar.


Hiram Lezama Ibarra

Director de Operaciones y Alianzas Estratégicas de Rocket-U


20 de mayo de 2025




Referencias:

  • Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

  • Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.

  • Papert, S. (1980). Mindstorms: Children, Computers, and Powerful Ideas. Basic Books.

  • Robinson, K. (2015). Creative Schools: The Grassroots Revolution That’s Transforming Education. Viking.

  • Toffler, A. (1970). Future Shock. Random House.

1 Comment


Exelente persepcion de la situación actual sobre la educación en nuestro país sería fantástico que los gobiernos tuvieran esta información al igual que los legisladores para poner sobre la mesa los planteamientos para mejorar la situación y la educación

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